
Jesús es a la vez Dios y hombre
El concepto de Jesús como Dios y hombre es un principio central de la teología cristiana, a menudo malinterpretado y debatido. Para abordarlo, es necesario considerar la evidencia exegética de que Jesús es Dios y hombre. Esta evidencia se encuentra a lo largo de la Biblia, demostrando que Jesús experimentó genuinas limitaciones humanas a la vez que encarnaba atributos divinos.
Jesús eligió asumir una naturaleza humana genuina y experimentar las limitaciones humanas sin dejar de ser Dios. Como hombre, experimentó hambre, fatiga y la necesidad de dormir y viajar. Creció de bebé a adulto, encarnando todo el espectro del desarrollo humano. Sin embargo, como Dios, permaneció omnipotente, omnisciente y omnipresente, sustentando el universo mientras vivía una vida humana. La Biblia presenta estos dos aspectos de la naturaleza de Jesús como hechos, sin explicar sistemáticamente cómo coexisten.
Filipenses 2:5-7 proporciona evidencia exegética crucial de que Jesús es Dios y hombre. Pablo explica que Jesús, quien existía en forma de Dios, no consideró la igualdad con Dios algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo. Este «despojamiento» no se refiere a renunciar a los atributos divinos, sino a la decisión voluntaria de Jesús de renunciar a su estatus exaltado y asumir la humilde posición de un ser humano. A pesar de esto, la naturaleza divina de Jesús permaneció intacta, evidenciada por su omnisciencia y omnipresencia.
Los ejemplos en los Evangelios refuerzan la doble naturaleza de Jesús. Por ejemplo, en Marcos 7:24-30, Jesús expulsa a un demonio a distancia, demostrando su omnipresencia y omnipotencia. De igual manera, en Juan 1:45-49, Jesús demuestra su omnisciencia al revelarle a Natanael un conocimiento que este no podría haber adquirido por medios naturales. Estos ejemplos resaltan la manifestación de los atributos divinos de Jesús junto con su experiencia humana.
La resurrección de Jesús reafirma aún más su doble naturaleza. En Juan 21:17, tras su resurrección, Pedro reconoce la omnisciencia de Jesús al decir: «Señor, tú lo sabes todo». Este reconocimiento subraya que los atributos divinos de Jesús no se vieron disminuidos por su experiencia humana. El Evangelio de Juan también proporciona pruebas contundentes de la omnipresencia de Jesús. Juan 3:13 afirma: «Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo». Este versículo indica que Jesús, mientras estuvo físicamente en la Tierra, permaneció omnipresente como Dios.
En conclusión, la evidencia exegética de que Jesús es Dios y hombre es sólida y multifacética. La Biblia presenta consistentemente a Jesús experimentando plenamente las limitaciones humanas, a la vez que conserva sus atributos divinos. Esta doble naturaleza es esencial para comprender la doctrina cristiana de Jesús como el Dios-hombre, quien, mediante su naturaleza única, tiende un puente entre la humanidad y lo divino. Esta comprensión es crucial para una comprensión integral de la teología cristiana y de la persona de Jesucristo.