Jesús es Dios eterno

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Jesús es Dios eterno

El dilema teológico de que Jesús sea Dios eterno a pesar de haber sido engendrado por el Padre es un tema que ha fascinado y desconcertado tanto a eruditos como a creyentes. Comprender este concepto requiere una profunda investigación sobre la naturaleza de Dios, el significado de «engendrado» y las limitaciones del lenguaje humano para describir las realidades divinas. La evidencia exegética de que Jesús es Dios eterno a pesar de haber sido engendrado por el Padre es crucial para esta exploración.

 

En la teología cristiana tradicional, particularmente dentro del marco trinitario, el concepto de Jesús como «engendrado» del Padre no implica un comienzo temporal. Más bien, significa una realidad relacional y ontológica dentro de la Deidad. Esto se sustenta en varios pasajes de la Biblia, como Juan 1:1-2, que afirman la existencia eterna de Jesús junto al Padre: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio».

El término «engendrado», usado en Juan 3:16 («Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito»), enfatiza la relación única entre Jesús y el Padre sin implicar un evento de creación. El Credo de Nicea, una declaración esencial de la fe cristiana, refleja esta comprensión al describir a Jesús como «engendrado, no creado, de un mismo Ser con el Padre». Este credo sirve como evidencia exegética adicional de que Jesús es Dios eterno, aun siendo engendrado del Padre.

 

Comprender cómo Jesús puede residir en el Padre requiere una interpretación metafísica más que física. Dios, por naturaleza, es inmaterial e incorpóreo, lo que significa que no posee forma física ni ocupa espacio como los seres materiales. Cuando los teólogos hablan de que Jesús reside en el Padre, se refieren a una unión profunda y misteriosa dentro de la esencia divina. Esto concuerda con Juan 14:10, donde Jesús afirma: «¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?»

 

Los pasajes bíblicos suelen emplear lenguaje metafórico para expresar verdades divinas. Por ejemplo, Juan 4:24 declara que «Dios es espíritu», lo que subraya su naturaleza no física y omnipresente. De igual manera, la descripción de Jesús como «engendrado» utiliza un lenguaje relacional para transmitir una verdad teológica en lugar de un proceso biológico. Esta distinción es crucial para comprender este tema.

Los Padres de la Iglesia primitiva abordaron estos conceptos utilizando las herramientas filosóficas a su disposición. Figuras como Tertuliano se apoyaron ocasionalmente en la filosofía griega, lo que a veces dio lugar a malentendidos, como la noción de que Dios tiene un cuerpo. Sin embargo, sus afirmaciones teológicas fundamentales sostenían que Jesús es eternamente engendrado por el Padre y comparte la misma naturaleza divina. Esto se refleja en sus escritos y en el desarrollo del Credo de Nicea.

 

Una analogía ilustrativa se refiere a la relación entre el sol y sus rayos. Así como los rayos del sol son de la misma sustancia que el sol y coexisten con él, Jesús, el Hijo, es de la misma esencia que el Padre y existe eternamente con él. El sol no puede ser sol sin sus rayos, y de igual manera, el Padre no puede ser Padre sin el Hijo. Esta analogía, extraída de Hebreos 1:3, que describe a Jesús como «el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de su ser», ayuda a aclarar el concepto de la engendración eterna.

Además, Hebreos 1:3 describe a Jesús como «la imagen misma de la naturaleza [de Dios]», lo que subraya su igualdad con el Padre, manteniendo al mismo tiempo una distinción relacional. Esta imagen misma, o «carácter» en griego, implica que Jesús comparte la misma esencia divina que el Padre, lo que refuerza la idea de que su engendramiento no compromete su naturaleza eterna.

 

La doctrina del engendramiento eterno de Jesús se sustenta en sólida evidencia exegética bíblica. Esta doctrina enfatiza la relación única y eterna entre el Padre y el Hijo, trascendiendo las nociones humanas de tiempo y espacio. Al comprender la naturaleza metafísica de las realidades divinas y las limitaciones del lenguaje humano, los creyentes pueden apreciar la profundidad de esta verdad teológica: Jesús es plenamente Dios, engendrado eternamente y de la misma esencia divina que el Padre.