Quién se apareció realmente a Moisés en la zarza ardiente

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Quién se apareció realmente a Moisés en la zarza ardiente

En Éxodo 3:1-2, está escrito que Moisés pastoreaba el rebaño de Jetro, su suegro, cuando llegó a Horeb, el monte de Dios. Allí, el «ángel del Señor» se le apareció como una llama de fuego dentro de una zarza. Aunque la zarza estaba envuelta en llamas, no se consumió. Este significativo detalle es clave para la evidencia exegética de quién se le apareció realmente a Moisés en la zarza ardiente. Fue el ángel, no Dios Padre, quien se le apareció. El encuentro es crucial, ya que subraya la presencia del mensajero divino, que los primeros estudiosos de la iglesia, como Justino Mártir, identificaron como Jesucristo preencarnado.

En Hechos 7:30-35, Esteban confirma que fue el «ángel del Señor» quien se le apareció a Moisés en la zarza ardiente. Enfatiza que Dios Padre envió a este ángel, lo que distingue aún más al ángel del Padre. El ángel, que habló con Moisés y guió a los israelitas, encarnaba la autoridad y la naturaleza de Dios.

 

La naturaleza divina del ángel se refuerza en Éxodo 23:20-21, donde Dios instruye a los israelitas a obedecer la voz del ángel, pues este lleva el nombre de Dios y tiene la autoridad para perdonar pecados. Este ángel, que realiza actos que solo Dios puede hacer, no es un ser creado, sino una manifestación de la presencia de Dios.

 

En Zacarías 3:3-4, el ángel da órdenes a otros ángeles y declara perdonados los pecados de Josué, lo que resalta su autoridad divina. De igual manera, en Jueces 13, Manoa, padre de Sansón, se encuentra con el ángel del Señor, quien describe su nombre como «incomprensible», lo que implica una naturaleza divina.

La iglesia primitiva reconoció a este ángel como Jesucristo, el Verbo del Padre, quien apareció antes de su encarnación. Esta identificación se sustenta en pasajes como Génesis 31:10-13, donde el ángel de Dios se identifica como el Dios de Betel, y Génesis 48:15-16, donde Jacob bendice a sus nietos invocando indistintamente a Dios y al ángel redentor.

 

En conclusión, el «ángel del Señor» en estas narraciones bíblicas no es simplemente un mensajero, sino una figura divina que encarna la autoridad y la naturaleza de Dios. Este ángel, entendido por los primeros cristianos como el Cristo preencarnado, revela una compleja unidad dentro de la Deidad, distinguiéndolo de Dios Padre a la vez que afirma su divinidad.