
La tierra no tiene millones de años
Formación de glaciares
Desde una base secreta del ejército de los Estados Unidos en Groenlandia, seis aviones de combate P-38 «Relámpago» y dos gigantescos bombarderos B-17 «Fortaleza Volante» despegaron un temprano amanecer. Fue el 15 de julio de 1942, y estaban destinados a una base aérea Británica.
Dirigiéndose al este sobre los hielos polares, se encontraron con una terrible tempestad. Volando a ciegas, les informaron que la primera parada para reabastecerse de combustible, en Islandia, fue anulada, obligándoles a volver a su base de origen.
Mientras se aproximaban a ésta, escasos de combustible, se encontraron con que tampoco estaba operativa.
Dándose cuenta de que su única esperanza era hacer un aterrizaje forzoso en la costa helada del este de Groenlandia, buscaron desesperadamente hasta que hallaron un claro en la capa de nubes.
Todas las tripulaciones fueron rescatadas ilesas por trineos de perros, nueve días después, pero los aviones quedaron abandonados en el lugar donde habían aterrizado.
En los años siguientes, pocas personas se acordaron ocasionalmente del legendario Escuadrón Perdido de 1942, y no fue hasta 1980 que alguien pensó en una misión de rescate.
El comerciante de aviones estadounidense Patrick Epps le dijo a su amigo, el arquitecto Richard Taylor, que los aviones estarían como nuevos.
«Todo lo que tenemos que hacer es quitar la nieve de las alas, abastecerlos de combustible, levantarlos y volarlos hacia el poniente. Así de fácil».
Les costó muchos años, mucho dinero y varias expediciones fallidas hasta que tuvieron el primer indicio real.
Usando un sofisticado tipo de radar, con la ayuda de un geofísico oriundo de Islandia, localizaron ocho grandes formas bajo el hielo en 1988.
Mientras la pequeña sonda de vapor comenzaba a hacer un agujero en el hielo, los miembros de la expedición miraban como más y más extensiones eran añadidas al tubo de la sonda, alrededor de 75 metros (250 pies), antes de alcanzar el primer avión.
Ninguno de los descubridores había pensado en la posibilidad de que los aviones estuvieran enterrados, sino cubiertos por una ligera capa de nieve y hielo.
¿Y por qué iban a pensarlo?
Después de todo, la impresión que tiene la gente es que el crecimiento de los hielos polares requiere prolongados períodos de tiempo- miles de años para solo unos pocos metros.
De hecho, los núcleos de hielo de Groenlandia son utilizados para calcular la edad, basados en la creencia de que las capas que contienen diferentes porcentajes de isótopos fueron sedimentadas durante decenas de miles de años, algo similar a los anillos del tronco de un árbol.
Es el mismo tipo de condicionamiento que hace que mucha gente instintivamente piense en la necesidad de millones de años para el crecimiento de los arrecifes de coral, para que se formen las estalactitas, etc.
Esto sucede a pesar de las amplias demostraciones de que estas formaciones no necesitan períodos de tiempo tan largos.
Epps y Taylor se dieron cuenta de que sería imposible cavar a través de esa asombrosa cantidad de hielo sólido que se había formado en menos de 50 años.
Volvieron en 1990 con un aparato llamado “super-ardillla”.
Este aparato de metro y medio (cinco pies) de alto, envuelto con espirales de cobre, a través de los cuales era bombeada agua caliente, derritió un pozo de poco más de un metro (cuatro pies) de ancho, a razón de medio metro (dos pies) por hora, hasta que tocó el ala de un B-17.
Un obrero bajó por el agujero y usó una manguera con agua caliente para hacer una caverna alrededor del avión.
Para su decepción, el enorme bombardero estaba aplastado y despedazado, más allá de toda posibilidad de volver a ser utilizado.
Ambos volvieron a casa desanimados.
No obstante, solo un mes después se dieron cuenta que el P-38, más sólidamente construido, debería tener más posibilidades de haber sobrevivido al peso del hielo.
En Mayo de 1992 volvieron, con nuevo apoyo económico, en un intento de gran precisión. De acuerdo a lo esperado, el P-38 que localizaron parecía estar en magníficas condiciones.
Después de muchas semanas de intenso esfuerzo, las alas y el fuselaje fueron llevados a la superficie a través de una larga abertura hecha usando la «ardilla» para hacer cuatro agujeros más, de lado a lado.
Los pedazos fueron llevados con helicóptero al puerto de Groenlandia y después embarcados a los Estados Unidos, para su restauración final.
Esta tarea se volvió más dificultosa de lo imaginado, pues el avión había sido dañado por el aplastamiento más de lo que se podía ver a simple vista.
No obstante, cuando lo volvieron a poner en funcionamiento, casi el 80% eran partes originales.
Es de destacar que los aviones bajo el hielo estaban exactamente en la misma posición en la que aterrizaron, excepto en que se habían desplazado (por el flujo glacial) tres millas de su ubicación original.
Los naturalistas y otros defensores de la idea de grandes períodos de tiempo a menudo sostienen que «el presente es la llave del pasado».
En ese caso, los 3.000 metros de núcleo helado formado en Groenlandia en 1990 representarían sólo 2.000 años de acumulación pero solo pasó en 50 años.
Considerando, por supuesto, la compresión de las capas inferiores (lo cual también es compensado por las grandes lluvias y nevadas que hubo por varios siglos como consecuencia inevitable del Diluvio global), hay holgado tiempo en los casi 4000 años para que se formaran las acumulaciones de hielo existentes hoy día, aún bajo las condiciones actuales no catastróficas.
«Millones de años» son tan habitualmente mencionados que inconscientemente vemos normal que los cambios necesiten largos períodos de tiempo.
Es por eso que muchos se «sorprenden» cuando oyen sobre acontecimientos como los 180 metros (600 pies) de sedimento rocoso creado en meses, cómo consecuencia de la erupción del Monte St. Helens, el 18 de Mayo de 1980.
Cuando oyen sobre el ópalo precioso, formado en meses, o carbón, creado por la simple combustión de madera, en pocos días.
Sobre la bandera, carpa y trineo abandonados en el Polo Sur por la expedición Antártica de Amundsen en 1911, actualmente a 12 metros (40 pies) bajo el hielo, o sobre este escuadrón perdido que indica nuevamente que la tierra no tiene millones de años.